¿Fue Jesús un revolucionario? La verdad es que el cristiano siempre ha tenido a Jesús como el prototipo a seguir, como el modelo absoluto. Él es el ejemplo que inspira toda formación cristiana. La Iglesia asemeja la educación cristiana con algo revolucionario, precisamente porque el mismo Señor Jesús creó una revolución. Pero de nuevo, ¿fue Jesucristo un revolucionario?
Lógicamente, esta es la pregunta que sigue: ¿Fue un revolucionario y un predicador de la revolución? Para esto debemos tomar en cuenta algunas cosas y definir otras:
Si por revolución entendemos muerte e infortunio, entonces sería una blasfemia llamar “revolucionario” a Jesucristo.
Si revolución significa venganza, muerte, asesinato, sangre y fuego, entonces los revolucionarios podrán llamar hermano a cualquier persona del mundo, pero no a Cristo Jesús.
Si por revolucionario entendemos a uno que es esclavo de sus propias debilidades y es juez de las debilidades de los demás, entonces es imposible que Jesús pueda ser caracterizado como uno de ellos.
Si con la palabra revolucionario entendemos a uno que para rebelarse y expresarse está presto a hacer arder el mundo entero y está dispuesto a vandalizar tiendas, a agredir a sus semejantes y, a saquear todo el planeta, entonces Cristo no puede ser considerado un revolucionario.
Si revolucionarios son esos que matan a escondidas, si los revolucionarios son terroristas, provocadores de caos y quienes, por medio de la fuerza y la violencia, provocan la caída de gobiernos, es que sólo los ateos podrían atreverse a nombrar a nuestro Señor como un revolucionario.
Entonces, en ese sentido, podemos decir que Jesús no fue un revolucionario político-social. Me parece que para fundamentar esta aseveración, creo que tendríamos que tergiversar y falsear la mayoría de los relatos evangélicos y seleccionar unilateralmente las fuentes, incluso habría que proceder con fantasía novelesca.
Por otro lado, podemos afirmar que, ciertamente, Jesús fue un revolucionario –esto es en otro sentido– y que vino a proclamar la revolución: la revolución del amor de Dios.
El fuego de la revolución de Jesucristo inflamó, al principio, las almas de algunos cuantos hombres. Sin embargo, poco a poco, este fuego se fue propagando hasta provocar un inmenso incendio que terminó por destruir los poderosos imperios opresores y espirituales del enemigo.
Por ejemplo:
Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo… Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal. (Colosenses 1:13; Col 2:15)
Alguien podrá decir que Cristo se opuso a cualquier forma de revolución social, y que de acuerdo a Su doctrina lo mejor es que el alma del hombre se subleve sólo contra sus vicios y pecados. De igual forma, es posible que otro afirme que Cristo solamente deseaba provocar una revolución interior, moral, con carácter exclusivamente personal. Puede que alguien diga que Él deseaba una revolución sólo en la vida personal del individuo, no en su vida social.
No obstante, algo así sólo puede ser argumentado por que conoce poco de la psicología de las revoluciones, en especial de las revoluciones de origen religioso. Y esto, porque usualmente toda revolución social es precedida —y es bueno que sea precedida— por una revolución interior.
Así pues, la revolución que el cristianismo provocó en el mundo fue la consecuencia natural de una previa revolución interior, esa que Jesucristo desencadenó al predicar el Evangelio.
¿Has sido revolucionado por el amor de Jesucristo?
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Acerca del Autor
Jorge Ostos
Jorge es venezolano, cristiano ortodoxo oriental y miembro de la Iglesia Ortodoxa Serbia. Ha traducido algunos libros al español, trabajando con la editorial Publicaciones Faro de Gracia y con la editorial Publicaciones Kerigma (entre ellos el libro Fe Razonable, de William Lane Craig). Además, Jorge ha escrito tres libros: «Eskhatos: Una teología de la eterna esperanza» (NSB, 2016, descatalogado); «Más humano, más espiritual: Una invitación a ser como Jesús» (Kerigma, 2017); y «Mero conocimiento: Un llamado a una intelectualidad espiritual» (Kerigma, 2018). Actualmente reside en Argentina junto a su esposa Erika.
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